Las mujeres y el gremio de la construcción ¿por qué no se habla más de ésto?
Sí, estoy construyendo una casita en el pueblo, en el huerto, en mi santo sanctorum
Lo diré sin templanzas: creo que sería más fácil excavar el agujero de la cimentación con los dientes que tratar con el mundo de la construcción, específicamente con el de los “hombres que construyen”
Si yo lo sabía Mari Tere, no puede ser sencillo construir una casa. Todo el mundo te dice: “pero… dónde te metes”. Pero aunque, como cualquier buena asilvestrada que soy disfruto de dormir al raso, tener una chocita pintaba bien.
Pero es que una, además, es muy moderna y concienciada, y va y decide construir sostenible (ande vas!!)
Y por si fuera poco, la vida es traviesa y se guarda un as en la manga: un grandioso e inesperado fin del mundo pandémico.
Pos mu bien, se me queda cara de cervatilla pero….adelante.
Tú no lo sabes, pero se escribirán cantares de tu gran gesta
Y así, poco a poco, empiezas a vivir en tus carnes un catálogo de sucesos para los que ninguna de nosotras está preparada.
Inevitable llega ese momento en el que estás dentro y no sabes ni cómo ha pasado pero tu mundo se inunda de gestos, palabras y miradas de “hombres que construyen”, que saben muuuuucho, vamos lo saben todo, hasta lo que no tiene que ver con tu casa. El que construye, el que mide, el que revisa, el que pasa por la calle, el que no sabe nada del tema, el que se toca los huevos…
Y te das cuenta de que habláis idiomas diferentes aunque suenan parecidos
Sientes que ese pedacito de tierra que tanto amas se ha convertido en una trinchera, un campo de batalla: miedo, pena y rabia. Mi templo ha sido profanado. No pasa nada, ya llegará la reconquista.
Y todo se llena de seres que destruyen con desdén lo que se encuentran a su paso y se suceden las bajas (rosales, mangueras, árboles, tus admiradas cebollas, tu esperanza en la humanidad), los que creen que sus detritus forman parte del paisaje, a los que parece que nadie les ha explicado – o sí- que cuando les hablas es recomendable mirar a los ojos y escuchar. Llámame loca pero a lo mejor hasta tengo algo interesante que decir.
Los mismos que luego tiene una piel finísima: todo les ofende, no contestan al teléfono y te niegan con su dosis de silencio. Seguro que te suena.
Los mismos que te dijeron el primer día: «yo cobro un poco más pero es porque trabajo mejor», «no te preocupes conmigo que no me gustan los problemas». Xikillo, pues no veas si te has desviado del camino!
Los mismos que no tienen tiempo de explicar y aclarar: tienen mucho lío, muchas obras, pocas ganas.

Los mismos que antes que reconocer un error prefieren morir a manos de un dingo o una hiena, según los gustos.
Los mismos que hablan de los “otros hombres que construyen” pero nunca cuando están delante. Un 10 a las habilidades comunicativas.
Y sientes un deseo súbito e irrefrenable de abrir una guardería, comprar 7 batas a cuadros y mucho material Montessori.
Llegará sin remedio la inevitable cagada constructiva y, si protestas, serás coronada con todos los honores como «pelotuda excelsior».
¿Alguien ha oído la palabra dinero? Aquí estos especímenes se vuelven rápidos cual Jackie Chan con una patada voladora, no existen los retrasos al cobrar, nunca. Los despistes sí, pero siempre a su favor. Y desarrollas el superpoder de leer un presupuesto taaaan atentamente que te sangran las córneas porque no te fías ni del tato.
Da igual el esfuerzo que le pongas, T.O.D.O. S.I.E.M.P.R.E. será más caro porque: «estamos en un momento tan especial e imprevisible» «ya quisiera yo poder ayudarte» «no te has enterado bien». Si escuchas algo de este tipo te recomiendo sonreír complaciente y asentir pizpireta mientras te empolvas la nariz y te sientas modosa. Es duro sí, pero si en ese momento decides desatar la dragona interior habrá muertes de por medio, te lo aviso. No habrá marcha atrás y ya sabes que nos queremos vivas pero dentro de la casa que construyes no en una celda.
*Mención aparte merece el “Bioconstructor”, ese hombre revisado y deconstruido, que habla siempre en femenino. La primera vez le oyes y te emocionas. Pero en verdad te digo: hermana no bajes la guardia, te la va a colar igual. Con otro aspecto, con otro lenguaje pero te la cuela, ojo ahí!
Mira tú, alguno de éstos ha salido bien, que hay que ser justa.

Y entones vuelves a recordar lo que todo el mundo te dice: ¡es normal! Cachis, se me había olvidado momentáneamente.
Momento de sacar la artillería pesada: llamo a las amigas. Nos reunimos, cantamos, cavamos, arreglamos los daños colaterales, encendemos fuego, resinas, incienso, pebetera y lo que se tercie, y tocamos tambores y sonajas: a ver si hay suerte y equilibramos la mala vibra. Me acerco a hablar con la mandrágora (por supuesto que tengo, dos para ser exacta) Respiro y visualizo mi casa ya construida y yo brincando feliz por la dehesa.
Y tú tiras de paciencia y diplomacia: te queda mucho por delante. Pasan los días, tu paciencia te abandona, la diplomacia no la encuentras, no te cae bien nadie. Y una decide no callarse (porque lo mío me ha costado encontrar mi voz): Cagada? Acierto? Lo dejo a tu elección.
Rozo la categoría de «rompepelotas de luxe»
Y ocurre algo mágico, súbitamente lo entiendes: la obra también empieza a teñirse de lila, poco a poco. Sientes el susurro de muchas antes que tú sufriendo los desdenes, la injusticia de la construcción, la vida misma.
Y llega el día en que te conviertes en Juana de Arco con mono y casco: por mí y por todas mis compañeras! Por las arquitectas, las aparejadoras, las obreras, las propietarias, por todaaaaas…
Y ahí andamos, no sé si contratar una coach
PD: Por favor “hombre que construyes”, si lees esto y no te identificas, pos bien. Incluso si eres de los quedan en mi obra y te parece injusto lo aquí compartido, pos bien también: quizá no hable de ti, quizá no te enteres de ná o… solo faltaba! quizá esté yo equivocada (es probable, ya ando loqui loqui). Pero recuerda: siempre puedes apuntarte un #Notallmen y listo